Dice John Berger: Las marcas se entrelazan, vibran, se trocan. Y lentamente el ojo registra y lee el dibujo irrepetible de una rama concreta, cuyas hojas tiemblan frente a un muro concreto iluminado por el sol. En otras palabras, los objetos que pintó Morandi no se pueden comprar en una feria. No son objetos. Son lugares (todo tiene su lugar), lugares en donde nacen pequeñas cosas.

Sin quererlo siempre vuelvo a Morandi, sin quererlo, sin mucho cuidado, si me preguntas me es difícil recordar una obra específica suya, solo tengo una idea, como una conglomeración que es probablemente solo una construcción ideada de varias obras vistas. No obstante, es un hombre cuyo nombre siempre vuelve a surgir. Como las cinco normas de Euclides, el árbol de Alfred Barr o los pilares literarios, siempre se necesita un punto de partida, una referencia que guía la investigación. No quiere decir que sea el punto de origen, ni Big Bang ni Génesis, pero sí un punto que dicta la lógica interna.

Para mí, reconozco de Morandi es uno de estos puntos, como Henri Carter-Bresson, Vivianne Maier, Caravaggio o Cezanne. Su obra, reflexión de lo más mundano, de su percepción, estudio de lo banal y de la pintura, también una marca de la perseverancia y una búsqueda insaciable, en su aparente simplicidad siempre vuelve a atraer y me llena de respeto .

Lo ilustra mucho mejor Berger.

https://elpais.com/diario/1997/02/07/opinion/855270004_850215.html  

Pero me sorprendió la forma en que Berger describe la obra. Me interesa mucho la idea del objeto, que se deshace de su forma y etiqueta y pasa a ser mucho más. Es testigo de su entorno; expande dejando atrás sus límites físicos pero a su vez, dentro de estos límites, contiene todo su contexto. Es de alguna manera más humano que un retrato. Hablaba de esto con mi compañera de piso en la exposición de Irving Penn. Estaba entusiasmada por los retratos, la mirada, pero me quedé perpleja porque personalmente, mi cabeza se había quedado atrapada en el comienzo, en una serie de bodegones. Los bodegones, una serie de objetos estáticos de fondo impoluto, estaban llenos de dinamismo y aún completamente aislados de su habitat, transmitían toda la fuerza, el movimiento, lo sensorial de sociedad.

El poder de objetos, del resto humano, de lo que tiene solo forma y significado dentro de lo humano y su representación, las posibilidades que tienen de cambio, de mostrar una verdad, una realidad, el poder de lo minúsculo de expansión...


Ojeo de nuevo mi biblioteca de imágenes. Empecé los últimos meses a archivar imágenes, artistas, obras. Me gusta mirarlo de nuevo, es como una forma de auto-análisis. Y ahora que lo miro de nuevo lo que veo son snippets, construcciones, una inhalación a punto de comenzar...

No sé que haré con el trabajo de ahora. Sigo en las mismas, dibujo, imprimo demasiadas versiones casi idénticas de fotografías en diferentes papeles, diferentes materiales.

Pero le estoy perdiendo el miedo a tocarlas, y poco a poco, dibujo y foto van encontrando su punto en común...
Pero en realidad será porque es un paso básico, mi mente ya quiere hacer más, algo más grande, incorporar movimiento y espacio, algo audiovisual, instalativo..pero trabajo demasiado lento, demasiado vacilante 

Veo todo esto, lo siento en la nuca, como un espacio físico, negro y espeso, de un silencio denso, ruidoso, pero la mente se distrae, como un niño hiperactivo que se quiere comer el mundo y se entusiasma de todo lo que es posible aprender, primero Tarkovsky, después Zizek, Plonius, Durero, Dumas, Dostoiesvsky, Vallejo, Ortega y Gasset, Lorca, Barthes, Sontag, Arendt, Mendieta, Gilman, Glaspell pero también se cansa igual de rápido de tanto alboroto y quiere huir.

Y siempre lleva a la misma duda: para qué? no debería ser más...? pero no se te olvida esto? y aquello? y lo otro? y esto qué tiene que ver? tiene importancia? 

y dónde estás tú?








Joel Meyerowitz, Los objetos de Morandi




Comments

Popular Posts